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Mostrando las entradas de abril, 2018

Comer para viajar o ¿viajar para ayunar?

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Contra gula, templanza, y contra templanza, pollo Despegar mis posaderas del asiento del bus luego de un viaje de casi diez horas es tan doloroso que me hace desear inventar la teletransportación.  Y si a eso le sumo una ligera taquicardia  y un molesto dolor de cabeza, pues... ya diosito llévame. Pero, no preocupes, mi corazón y mi cabeza están bien. El origen del malestar es externo... eso espero. Al bajar del bus el cielo azul y los imponentes nevados que deslumbran mis costeños ojos me hacen recordar que una aventura a más de tres mil metros de altura ha iniciado. Casi tocando el cielo Estar en los dominios de la Cordillera Blanca  siempre me provoca sensaciones que son difíciles de describir.  Es una mezcla entre el nerviosismo fruto de la incertidumbre del viaje, y el estimulante y gélido aire de las montañas andinas, ése que ingresa por la nariz "congelando" y secando todo a su paso con cada acelerada inspiración. Tomar mi pesada mochila, buscar un modesto hospeda