Ica. Desiertos y cañones junto al mar

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   Y estaba allí, flotando alegremente dentro del vacío de la inconsciencia, cuando de pronto, un estridente sonido me trajo de vuelta al mundo terrenal. ¡Era la bendita alarma del celular!, un desesperante sonido de voluntaria elección, que tiene como misión despertarme cada mañana sin demora. Sin embargo, a diferencia de otros días, esta vez sonreí, porque el naciente día no era uno cualquiera.

   Para empezar, no me encontraba en casa, sino en la ciudad de Nasca, ubicada en el departamento sureño de Ica. Llegué allí junto a un grupo de periodistas la noche anterior, después de una feliz visita al pueblo de El Carmen, en Chincha

   El itinerario de ese día constaba de una visita a la Reserva Nacional San Fernando. Un lugar desconocido para mí. Sólo sabía que mi grupo debía estar a las 7 de la mañana ya alimentado y listo para abordar la furgoneta.

   El desayuno en el hotel Casa Andina, donde estuvimos alojados, estuvo bastante colorido, un bufé variado del que escogí la comida más frugal que pude, con abundantes jugos que saciaron mi matutina sed. Satisfecho y con la barriga colmada de líquido, casi no hubo tiempo para sentarme un rato y hacer la digestión. El transporte ya nos esperaba. 

   Fue una sorpresa ver que nuestro transporte sería un auto arenero o tubular, en lugar de nuestra furgoneta. Estás poderosas máquinas todo terreno prácticamente son un motor con ruedas, asientos y algunos tubos. "¡Asu! ¡esto sí que va a estar bueno!", pensé en aquel momento.


Reserva Nacional San Fernando, Ica

Rebotando como pelota de baloncesto

   Al salir del hotel, el chófer del arenero ya nos esperaba, y nos dijo en tono muy serio: A ver muchachos, tomen sus lentes para que protejan sus ojos, y por favor ajústense muy bien el cinturón de seguridad.

   ¡Y vaya que cinturones tan raros!estos pasaban sobre la cabeza y se enganchaban cerca a la entrepierna! ¿Acaso vamos a ir "volando patas arriba"?, ¡caramba, adónde me he metido!

   Nunca antes había ido en areneros, y confieso que tuve un poco de miedo. Por fortuna logré tranquilizarme.

   El viaje se inició sobre el bien cuidado asfalto de la carretera. La única molestia era el fuerte viento sobre el rostro, que a veces no dejaba respirar bien, pero luego de unos kilómetros andando, el chofer viró súbitamente a la derecha cual cazabombardero ruso, y se internó en el árido y accidentado desierto. 

   Allí empezaron los problemas. Se suponía que sería divertido, y lo fue, pero al inicio el viaje se convirtió en todo un reto de "contención" para mi estómago, que estaba lleno de jugo de frutas a más no poder.

   La ruta a la reserva no fue sobre suave arena, fue sobre un terreno seco, duro y lleno de huecos, con subidas y bajadas, como la peor calle de la ciudad de Lima multiplicada por un millón. Así que el rebote fue bastante extremo, allí entendí la utilidad de los cinturones.


¡que tales sacudones!

Que el desierto no te engañe, aquí hay VIDA

   Ya con mi estómago acostumbrado al incesante zarandeo, mi atención pasó al entorno, en donde luego de escudriñar velozmente entre las dunas y las piedras, no hallé señales de vida animal o vegetal. Error. Uno tiene que ser muy observador para percibir las sutilezas del desierto.

   Dicen que por aquí alguna vez vagaron en gran cantidad, guanacos silvestres, que solían bajar desde las alturas andinas para alimentarse de la vegetación que crece en una zona llamada, las lomas de San Fernando. Algunos afirman inclusive que estos tímidos camélidos llegan hasta la playa para alimentarse de las algas que arroja el mar. "A veces es posible verlos caminando entre las dunas", nos contaron. No es para sorprenderse, ya que estos animales son parientes de los camellos y dromedarios.

   Hoy, la cantidad de guanacos en esta zona se ha reducido considerablemente por la actividad humana.

   Al pasar por esas resecas lomas, no tardé mucho para distinguir también a algunas tímidas y marchitas plantas sobrevivientes que se asomaban a los lados del camino. Era un milagro que aún estuvieran allí, pero cuando llega el invierno, como en la mayor parte de la costa peruana, estas las lomas se llenan de una copiosa neblina, y por lo tanto, de vida.

En el mar la vida es más sabrosa...

   Después de andar casi hora y media rebotando furiosamente entre las lomas y el desierto, divisamos en el horizonte al fresco mar. Allí nos esperaba la mejor parte del recorrido.

   Los animales silvestres saben lo que es bueno, y no me extraña que las aves y los lobos marinos hayan elegido este privilegiado lugar en donde la tierra se une al mar de diversas y hermosas formas. Vertiginosos acantilados, caprichosas formaciones rocosas e idílicas playas. ¡Como no convertirme en lobo marino parar andar tirado sobre las rocas comiendo peces, caray!

   Desde lo alto del acantilado pudimos divisar el inmenso y azul océano Pacífico, cuyo horizonte a lo lejos siempre despierta esa innata curiosidad del ser humano por descubrir nuevas tierras. ¡Sí lo sé! no hay nada nuevo por descubrir navegando hacia el oeste, sé que al final me encontraría con Australia, pero ese sentimiento que produce el mar abierto en la gente sigue allí.

   Los fuertes gruñidos y aullidos de los lobos marinos me sacaron rápidamente de mi estado "meditativo". Verlos nadar en el mar junto a sus cachorros fue suficiente para provocarme un ataque de ternura ¡es que son como adorables perritos con aletas!

   El ambiente era de felicidad, las aves, los lobos y hasta las diversas especies de crustáceos que vi, todos parecían sonreír.

   La cereza del pastel la pusieron los dos cóndores andinos que observamos a sólo unos metros de nuestro auto arenero ¡sí! ¡tremenda suerte la nuestra! No es frecuente verlos tan cerca.


La Reserva Nacional San Fernando en 2 minutos

Cuando calienta el sol... en el desierto

   La agradable experiencia en San Fernando nos dejó muy extenuados, y con el hambre voraz de un náufrago. Retornamos a Nasca a las 5 de la tarde sólo para almorzar y luego partir hacia la ciudad de Ica. Al siguiente día nos esperaba una pequeña caminata dentro del Cañón de Los Perdidos, otro lugar del que no sabía nada.

   ¿Auto arenero otra vez? me preguntaba mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro, ¡pero no! partimos en una pequeña combi, de nada sirvió mi desayuno escaso en líquidos, aunque provocaba beber todos los ricos jugos y refrescos que ofrecía el hotel Villa Jazmín en Ica, en donde nos hospedaron. Al final el viaje fue bastante tranquilo.

   Ya con dirección sur por la carretera rumbo al cañón, y al igual que en San Fernando, luego de unos kilómetros por la carretera, nos desviamos hacia el desierto sobre un supuesto camino que sólo el chofer parecía ver, pues yo sólo veía arena y rocas.

   El interminable "camino" avanzaba y retrocedía en medio del desierto. El paisaje a veces tenía un aspecto marciano, con cerros de extraño aspecto y color. Teníamos la sensación de ir a buen ritmo, pero pasada casi dos horas dentro de la combi, el tiempo dejó de importar. Sólo queríamos llegar. 

   El sol ya hacía de las suyas, convirtiendo el aire acondicionado en aliento de dragón. Allí entendimos el porqué del nombre del cañón. ¡Te sientes realmente perdido por aquí! ¿ya llegamos? ¿ya? ¿ya merito?

El Cañón de los Perdidos ¿La Ponderosa?
   
   Al llegar, la enorme y profunda grieta sobre el terreno impresiona a primera vista. Estábamos ante una muestra de la lenta labor de la naturaleza, que usa elementos como el agua y el viento para moldear este relativo suave terreno sedimentario.

   Sobre las paredes del cañón es fácil apreciar las capas de sedimento acumuladas en diferentes eónes. Pero más que estar viendo el mismísimo "libro de la Tierra", yo me sentí en una película del salvaje oeste norteamericano. 

   Bajar y caminar en lo profundo del cañón fue como pasear en un entorno marciano, combinado a un mundo jurásico y terrenos de La Ponderosa  o el Gran Chaparral, series gringas que veía junto a mi padres cuando niño, y agregando además el sombrero de ala ancha que llevaba aquel día para protegerme del inclemente sol, sólo bastaba mi caballo y completaba la escena de un vaquero en Marte arreando dinosaurios. Un entorno muy singular definitivamente.

El Cañón de los Perdidos, un saludo a las periodistas

Cañón de los Perdidos

Ya, pero ¿cómo puedo ir para allá?

   Asumo que no tienes auto, al igual que yo ¡chócala!, pero para los que si, vayan más abajo que colocaré un mapa.

- Para la Reserva Nacional San Fernando

SI TIENES AUTO PROPIO: El ingreso es libre, con posibilidad de acampar si gustan de ello. Lo recomendable si tienes movilidad propia, es poseer un auto que tenga tracción en las 4 ruedas, pues las rutas son muy difíciles y te puedes quedar varado en el desierto. 

Hay 3 formas de ingresar:

* Por el norte: Desvío hacia el distrito de Changuillo en la Panamericana sur en el kilómetro 415. Carretera afirmada de 60 km hasta el balneario de Puerto Caballas. (Ruta para todo tipo de vehículos)

* Por el centro: Desvío en Abengoa, en el kilómetro 477 de la Panamericana Sur siguiendo una trocha carrozable (la ruta que hicimos y sólo para autos 4x4)

* Por el sur: Siguiendo la ruta Nasca - San Juan de Marcona en un recorrido de 80 kilómetros por la Panamericana Sur hasta llegar a una garita de control de la policía. Luego se toma un desvío de 20 km. por carretera hasta la bahía de San Nicolás, para luego continuar por una trocha de 25 km. por la costa, Camino con arena (sólo para autos 4x4)

SI NO TIENES AUTO: Puedes contratar los servicios de diversos operadores turísticos que encuentras en la misma ciudad de Nasca. Son recorridos de un día entero de duración, y lo hacen en tubulares ¡que emoción!


Ruta para San Fernando

- Para el Cañón de los Perdidos:

Llegar aquí si es algo complicado, por tal motivo, es mejor ir con un operador turístico, porque prácticamente no existe un camino señalado ¡ni siquiera existe un camino! 
Ir por estos lugares es sólo para conocedores, porque si te aventuras con tu auto propio, puedes hacer honor al nombre del cañón.

Nosotros partimos de la ciudad de Ica, y nos tomó más de 2 horas para llegar. Tanto en Ica, como en Nasca, puedes encontrar buenos operadores turísticos que con seguridad te pueden ofrecer una buena experiencia. ¡Lleva bastante agua!
Abajo un mapa sólo para que ubiques el lugar.

Ruta para el Cañón de los Perdidos
Para más información sobre viajes y operadores turísticos visita:

http://ytuqueplanes.com

Gracias a Promperú por la invitación al viaje de prensa.

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