Cómo sobrevivir a un viaje en bus


Cuando la tierra vio a los primeros seres humanos recorrer sus rincones, notó en éstos extraños monos desnudos un irrefrenable instinto explorador.

Instinto que los llevó a vagar sin rumbo fijo hacia un horizonte que parecía no tener fin. 

Y fue esa curiosidad innata la que le permitió colonizar cada lugar del planeta por muy inhóspita que ésta pareciera.

Pero, miles de años después aquellos hombres se volvieron sedentarios, y luego, habitantes de cómodas ciudades en las que ni siquiera es necesario caminar para obtener el alimento, sólo basta una llamada y ¡ya está!

Aún así, estoy convencido de que todo ser humano sobre este planeta, aún conserva en su interior, ese gen nómada primordial.

Hasta el citadino más sedentario y acostumbrado a ver Netflix cada fin de semana echado en la cama cual momia, posee el gen.

Y ¿por qué lo creo? Bueno, porque hasta el día de hoy no he encontrado a una sola persona que no le guste viajar. Nadie se resiste a una buena aventura.

Cuando el mono moderno decide viajar

Viajar es igual a movimiento, por ello, si deseamos satisfacer nuestro espíritu explorador, primero necesitamos levantar el culo y encontrar una forma eficiente de desplazamiento por el "espacio-tiempo", y en ese tema cada "loco" con su cuento. 

Opciones hay muchas. 

Yo he visto gente que viaja en bicicleta, motocicleta, auto propio, o tirando dedo. Otros, cuenta la leyenda, usan únicamente los pies para moverse por el planeta.

Bueno, esos son menesteres propios de "viajeros locos", nosotros los más "tradicionales", viajamos en el omnipresente y omnipotente ómnibus/bus/autobús/gua-gua

Viajar en bus no es fácil a veces, y en mi caso creo que atraigo cierta energía negativa cada vez que ingreso a una de estas máquinas, porque suelo tener experiencias desagradables en cada viaje. 

Aunque no soy el único, todos tenemos historias curiosas que contar, ¿no? 

Es por ello que en esta entrada trataré sobre: "Cómo sobrevivir dentro de un bus, y no morir en el intento".
  
Esta entrada está inspirada en la reciente travesía de la bloguera, viajera y amiga mía, Indira Palomino. Recientemente ella viajó de Lima a Buenos Aires en bus. Le tomó poco más de 3 días para llegar a destino. Puedes leer toda su experiencia AQUÍ

Imagina, tres días viajando, y bajando sólo para comer. Yo me arrojaría del bus en plena marcha antes de quedarme sin raya allá donde espalda cambia de nombre.

Viajar en bus

El transporte interprovincial en el Perú             

Hasta el momento, Ecuador ha sido el único país extranjero al que he ido. Y en comparación con el Perú, puedo afirmar con seguridad que su transporte interprovincial, o interparroquial usando términos ecuatorianos, es mucho más soportable que el nuestro. 

¡Ojo, una observación! No me estoy refiriendo a las empresas formales o costosas, sino a las numerosas empresas populares y medio informales que existen por ahí. Esas que tienen buses viejos y que acostumbran a detenerse en plena carretera para llevar a más gente.

Ni en Ecuador, ni en Perú viajé con una empresa de transportes de calidad, porque mi presupuesto siempre fue muy limitado como para pagar por ellas.

Pero, los problemas en estos buses baratos, no sólo se limitan a la máquina, alcanzan también a los pasajeros, y ¡vaya qué compañeros de viaje me ha tocado!

Así que, aquí va una pequeña lista de las cosas "curiosas" por las que he pasado al viajar en bus por el Perú. Helas aquí:
  
- El bus Chernóbil

Es aquel que huele a rosas y limón pero con una nada sutil esencia de Zorrillo Número 5. Esto normalmente ocurre porque estas empresas nunca se toman la molestia de lavar el tapizado de los asientos. 

Así que imagina lo que sucede con las miles de personas usando y sudando sobre los asientos meses y meses, años tras años. Oh la la! bouquet magnifique!

¿Qué hacer? Abre tu ventana si esta cede, o reza a alguna deidad antigua para que te proteja y te de fuerzas. El primer golpe de olor siempre es fuerte, ¡pero tranquilo! con el paso de las horas, de alguna forma mística... te acostumbras.

- Dejad que los niños vengan a mí

Sabes, he llegado a desarrollar una especie de imán con los niños ¡los atraigo! En algún momento mi actitud frente a ellos era simpática, quién podría enojarse con un niño o un adorable bebé.

Sin embargo, hoy me he convertido en un Herodes en potencia por las constantes malas experiencias con bebés y niños dentro de los buses.
   
Interminables y dramáticos lloriqueos, berrinches, patadas en la espalda y mala conducta para empezar. Luego vienen los olores, sea porque el nene se hizo la caquita, o simplemente se mareó y vomitó todo el asiento cual poseído por el mismísimo Satán.

¿Qué hacer? Audífonos con tu música favorita a regular volumen, y un ungüento de eucalipto, esos de marca Vick o Mentholatum que se usan para el resfrío, pero que esta vez irá directo a la nariz, no es sano, lo sé, es eso, o aguantar los olorcillos a vómito.

- El comelón

Todo va bien en el viaje, y de pronto el bus se detiene e ingresan los "tradicionales" vendedores de empanadas, sánguches de pollo o choclo con queso. 

No estoy en contra de comer dentro del transporte, pero cuando aparece el comelón, no hay nada ni nadie que lo detenga.

Su hambre es insaciable, tanto que no le importa nada más que eso. Si tiene que limpiarse las manos cubiertas de salsa o grasa, el asiento sirve muy bien.

Si hay que desechar el huesito del pollo, el papel o bolsa en la que vino envuelta la comida, buena es cualquier rendija del asiento. Otros más "prácticos" tiran todo por la ventana.

¿Qué hacer? Con respecto a la basura que pueda arrojar el comelón por la ventana, a veces he hecho el intento de corregir esa mala práctica de buena forma, obteniendo sólo malas caras. Para lo demás, basta paciencia y tolerancia, pues parece que ser como el comelón no es problema dentro de las normas de los buses populares en el Perú.


- El generoso musical     

La música puede llegar a ser una de las artes más sublimes sobre el planeta, pero, en manos equivocadas puede convertirse en una forma de tortura. 

No mencionaré géneros musicales para no herir susceptibilidades... ¡ejem! ¡reguetón!..., sólo una simple pregunta: ¿Creen aquellas "generosas personas" que a los demás nos va a gustar escuchar su listado de canciones favoritas a todo volumen?

Lo más gracioso es que este problema puede venir de otros frentes, pues o viene de un pasajero, o del mismísimo chófer del bus, que no tiene mejor idea que ambientar la cabina con la música de su preferencia.

¿Qué hacer? Colocarte audífonos es la mejor solución. Yo recomendaría hacer escuchar tu voz de protesta, es mejor. No he tenido suerte con estos pasajeros, porque se ponen en plan de: "¡y quien eres tú para decirme lo que tengo que hacer ah!". Los chóferes si son más comprensivos.

- El Pepe Le Pew
  
Creo que no hay necesidad de entrar en detalles, se entiende, ¿no?. Yo prefiero tener un bus chernóbil que tener al lado a este personaje.

¿Qué hacer? Ungüento en la nariz, abrir las ventanas si estas ceden, o hacerle un exorcismo, pues a veces huelen a mil demonios.

- El Camisea

Por si no eres peruano, Camisea es un yacimiento de gas natural ubicado al sur del Perú. Con esta explicación seguro ya sabrás adónde voy.

¡Sí! el Camisea es aquella persona que no tiene reparos a la hora de complacer a su cuerpo. Si este le pide algo allá al sur de la espalda, esta persona sólo lo deja salir. ¡Desconsideración total!

¿Qué hacer? Pues nada, sólo esperar a que el pedo se disipe. Recuerda no hacer chispas o fuego ¡peligro de explosión!

- El Narrador de Cuentos

¿Recuerdas esa serie?, muy entretenida ¿verdad?, pero no es lo mismo cuando una señora o un extraño se pone a contarte su vida. 

No es molesto si es medido, pero si luego de escuchar unos minutos la historia no cesa, la situación se pone muy pesada.

¿Qué hacer? Felizmente es muy fácil hacer entender que no deseamos seguir escuchando. No responder, no afirmar con la cabeza, o usar otra vez los salvadores audífonos, bastan para callar a este personaje.

- El que se siente como en casa

¿Cómo reconocerlo?, fácil, es aquella persona que piensa que va sola en el bus. Reclina su asiento al máximo, y además coloca las manos sobre su cabeza y sobre la parte posterior del respaldo, como para que uno le revise qué tal le quedó la "manicura".

También están las que colocan los pies sobre la espalda de tu asiento, quizás piensen que es agradable tener un masaje en los riñones, ¡pero no! Hay otras que se apoderan de tu cortina, o de las que se quitan los zapatos y ventean los piececillos en el ambiente caldeado del bus.

¿Qué hacer? Este tipo de compañeros de viaje suelen ser lo que más me molestan. Enfrentarlos con buenos argumentos es lo único que funciona. He llegado a estar al borde de una pelea física con los que te patean los riñones, o creen que están en un bus cama.

Otros

Podría seguir con los dragones de Komodo (aliento corrosivo) o con los que nos ven cara de almohada.

No todo es malo en los buses si viajas solo. A veces podemos cruzarnos con personas muy buena onda, y con una consciencia clara de lo límites en lugares compartidos. 

Es verdad que somos libres para hacer lo que sea, pero cuando estamos al lado de otro ser humano, debemos de restringir ciertas acciones para no causar molestias:

 ¡Empatía básica!

Si tienes una historia dentro de un bus que quieras compartir, déjalo en los comentarios. Si crees que exagero, dímelo también.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

7 consejos para llevar tu guitarra en la cabina del avión

Cómo llegar a la Cascada de Mortero

¿Es Peligroso Caminar por el Callao?